jueves, 16 de julio de 2015

El hombre que viaja en colectivo



Una aproximación a la fotografía como experiencia física


 "El arte es eso mismo 
que permite escapar 
de lo real"
Ch. Baudelaire






Michael Wolf -  Paris Tree Shadows

Michael Wolf - Paris Tree Shadows

Michael Wolf - Paris Tree Shadows

Michael Wolf  - Paris Tree Shadows


           Estoy leyendo "El Acto Fotográfico" y recuerdo esta anécdota que sucedió hace varios años pero que sólo se hizo presente con esta lectura: 

            El hombre viaja en colectivo. En el recorrido toma fotos.  Acerca la cámara a la ventanilla y va apretando  aleatoriamente el disparador.
           El hombre, más tarde, nos muestra sus paisajes monótonos, grises, serenos  y relata que un sábado nublado,  yendo a visitar a su madre, durante el viaje realiza fotos sin mirar por la cámara. Azarosas.

           Un gesto que prescinde de la mirada, del encuadre, de la composición. Un gesto físico: un índice capturando un aquí y ahora cualquiera, como cualquier otro. Lleno de significación  quizás por el relato del viaje, por ese viaje al origen, al pasado; duplicando la metáfora que es la fotografía.  Ese "esto ha sido" con que  Barthes la define.

             Señalar, indicar, mostrar un indicio, índice. Pero en este caso en un señalamiento por el gesto mismo, la imagen es anecdótica. Su relato de cómo fue realizada la carga de sentido. La imagen es interpretada.  Es huella de un real, de un referente y es quizás en este caso, el gesto de escapar de ese real, de desplazarlo.

             La fotografía se vuelve acto físico, corporal, indicación, señalamiento, huella.  La relación es con el objeto, ni siquiera interviene la vista (no ver), y la relación es de contacto. Tocar, apretar, repetir.  El sonido más o menos fuerte del instante de  la toma. Es lo que la foto, en su vertiginosa evolución conserva: el dedo índice disparando, oprimiendo, indicando la toma.

           Desde ese momento donde el fotógrafo se inclinaba, cubierto por una tela negra y con un brazo extendido sostenía un flash y disparaba la foto generada como un acto social, como un hecho ritual; el fotógrafo conserva el disparo. Luego fueron las cajas de doble objetivo que requerían un trabajo meticuloso, de imagen invertida  en el eje vertical, donde el cuerpo, como un caracol sobre la cámara, disparaba también con el índice. Luego la cámara subió hasta el ojo, el fotógrafo se irguió y su índice derecho siguió disparando desde allí. Ahora las cámaras digitales con sus pantallas volvieron a alejar la cámara del ojo, los brazos bajaron un poco, pero el índice sigue allí. Hasta los novedosos palos para selfies donde el fotógrafo  es a  la vez el que realiza la fotografía y el motivo, el objeto de la misma. Donde la cámara se aleja de ese cuerpo que modela, que posa, que se muestra, y lo mira. Donde la postura del fotógrafo está en función de su propia imagen y no de la cámara (inversión de lugares) allí también hay un botón que el índice dispara.

           La foto remota, la foto con tiempo, también fueron disparadas. Desde otro dispositivo o unos segundos antes pero siempre, invariablemente el dedo estuvo allí, señalando, cortando, deteniendo.  Inmortalizando o matando.

          El ejercicio fotográfico puede prescindir aún de la mirada. Pero por su naturaleza física, el corte no puede prescindir de ese índice.

              Dice Philippe Dubois en "El acto fotográfico":

            Inútil  insistir sobre la dimensión psicoanalítica, aquí explícita, que enlaza la noción de índex, en sus dos sentidos, con la del deseo: órgano, deslizamiento, disparador, voluptuosidad, etcétera.  Algo del mismo trabaja también en la relación amorosa, el cuerpo a cuerpo, que Denis Roche mantiene con su aparato y con el gesto también llamado de la "Toma":

"En el horror del momento ineluctable en que el índex curvado y rígido va a apoyarse sobre el disparador (...) en la brutalidad del golpe del pulgar que hace progresar la película muesca tras muesca, cosa que siente bien la falange (...) encadenando desesperadamente foto tras foto, como en esta carrera siempre retenida que hace que apenas se ha gozado haciendo el amor, no se piense en otra cosa que en volver a hacerlo, ya tendido hacia el nuevo momento en que la carga, la plena carga esté en juego una vez más...
              Por tanto, en su génesis, el índex fotográfico muestra con el dedo. Se puede considerar que el índex no es otra cosa que esta potencia indicativa como tal, pura fuerza designadora "vacía" de todo contenido.





  Beatriz Fiotto