"Yo escribo
como la niña que aprende a caminar:
ella se
precipita, más rápido que ella misma,
como si el
secreto de caminar estuviese delante de ella"
H.C.
Entre la mujer y la escritura: el
cuerpo. Ese “entre” que, lugar, se construye con la palabra. Y la escritura
como esa palabra retenida, captada y resignificada, multiplicada para dar
cuerpo.
Ser dicta, ser dicha, enunciar-se desde un cuerpo que transita experiencias que se vuelcan en palabras. El sueño, la angustia, el dolor, el placer: escrituras “viscerales”, cerca del instinto como aquello que da un saber que no pasa por una conciencia empobrecedora que restringe y limita. Y encuentra la palabra como experimentación, como configuración que despliega.
Hélène Cixous piensa pero sobre todo siente, pasa por el cuerpo las
palabras, la escritura, el impulso físico de la escritura que involucra ojos,
mano, garganta, que repercute y resuena en cada parte del cuerpo. Sin ser ajena, por ello, a convocar el
entendimiento, a comprometer la razón que por una herencia antigua separamos
del cuerpo. Se repiensa, reconstruye y experimenta desde la palabra que brota
del cuerpo-rio. Metáfora que fluye a una identificación de lo femenino con el
agua, con el fluir, con el movimiento: con la vida.
Escribir: para no dejarle
el lugar al muerto, para hacer retroceder al olvido, para no dejarse sorprender
jamás por el abismo. Para no resignarse ni consolarse nunca, para no volverse
nunca hacia la pared en la cama y dormirse como si nada hubiera pasado...
Mi escritura mira. Con los ojos
cerrados.
...tal vez he escrito para ver; para tener lo que nunca hubiera tenido; para
que tener no fuese privilegio de la mano que toma y aprieta; la garganta, el
estómago. Sino de la mano que señala con el dedo, con dedos que ven, que
dibujan, con puntas de dedos que hacen sus trazos bajo el dulce dictado de la
visión...
...escribir para tocar letras,
labios, soplo, para acariciar con la lengua
A veces pienso que empecé a
escribir para dar lugar a la pregunta errante que me asedia el alma y me
tritura y me taja el cuerpo; para darle suelo y tiempo; para desviar su filo de
mi carne; para dar, buscar, llamar, tocar, traer al mundo un nuevo ser que no
me ate, que no me expulse, que no perezca de estrechez.
...la carne es la escritura, y la
escritura no está leída jamás: está siempre aún por leer, por estudiar, por
buscar, por inventar.
Un cuerpo es siempre sustancia de
inscripción, la carne escribe y es dada a leer; y a escribir
...escribir es un gesto del amor...
En la Escritura el Amor abre el
cuerpo sin el cual la Escritura se marchita. En el amor la letra se hace carne
amada leída, multiplicada en todos los cuerpos y textos que el amor porta y
espera del amor.
Texto: no el rodeo sino la carne en trabajo de amor
Texto: no el rodeo sino la carne en trabajo de amor
Si escribes mujer, escribes para
dar al cuerpo sus Libros de Futuro porque el Amor te dicta tus nuevas génesis.
No para llenar el abismo, sino para amarte hasta el fondo de tus abismos. Para
conocer, no para evitar. No para superar; para explorar, penetrar, visitar.
Donde tú escribes, eso crece, tu cuerpo se despliega, tu piel cuenta sus
leyendas hasta ahora mudas.
Escribir: primero soy tocada,
acariciada, lastimada, después busco descubrir el secreto de ese tocamiento para
extenderlo, celebrarlo y transformarlo en una caricia distinta.
La vida hace texto a partir de mi
cuerpo
el conjunto de lo real trabajado
en mi carne.
Continuidad, abundancia, deriva,
¿es esto específicamente femenino? Así lo creo.
Hundirse en la propia noche,
tener con lo que sale de mi cuerpo la misma relación que con el mar, aceptar la
angustia de la sumersión. Hacer cuerpo con el río hasta los rápidos más bien que con la barca, exponerse a este
peligro, es un goce femenino.
...lo que quiere fluir es soplo...
Beatriz Fiotto
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