Aurelio Arteta - Lavanderas -1879-1940 España
Sube el camino de piedra
que bordea las casas, siente la brisa suave en la cara, el olor de los jazmines en el aire. La mano en
el bolsillo acaricia los boletos para el cine. Lejos, abajo, se ve el mar.
Qué cara va
a poner cuando le diga que van a ver a Cantinflas, ya se estrenó "abajo el telón" y
ella va a sonreír y sus redondos ojos
negros van a brillar para él. Qué linda estaba la otra noche, cuando caminaban por la playa y ella sostenía
la pollera que movía el viento. Le contaba de su casa, estaba preocupada por
su hermano que no se curaba. Pálida,
seria, abismada. Él le tomaba la mano y
la quería abrazar. ¡Qué contenta se va a poner!
La mano en los
boletos. Fernando se acerca a la casa donde ella vive, construida entre la piedra y el monte, mirando
al mar, bañada por el sol. Desde este lugar se ven algunas embarcaciones que
colorean el azul.
Mientras la madre cuelga la ropa
recién lavada en el patio, se escucha su
voz suave que arrulla cantos
...miña
terra ten un mar, que lle bica no costado,
outro
peinalle os cabelos e galana vai a frente.
Da
escuma branca, que lle mandan os ausentes.
Miña
terra, miña nai, dos dous mares...
detrás de la sábana blanca
tendida en la soga se trasluce una silueta. La sábana baila entre el canto y la
brisa. El cuerpo redondo generoso se agacha, se incorpora con la canción
enredada al olor de la ropa limpia, se abre, amplio para tender una camisa, de
espaldas: Fernando la mira.
Carmen, ¡buenos días!
¿está Julia?
Carmen se da vuelta muda.
La camisa en la mano apretada
contra el pecho, la otra mano la lleva a la cara:
¡Fernando! ¡Santo
Dios!¡ Virgen Santísima! Hijo mío, ¿no te lo dijo?
Fernando siente el aire golpear la sábana en latigazos sordos, escucha lejana la voz que le dice Julia se fue a América, busca con la mirada el mar, el sol brilla en él y lo ciega, no ve. El viento golpea sus oídos, la mano en el bolsillo aprieta los boletos, baja la mirada, no se detiene en nada, baja hasta sus zapatos.
Ya baja Fernando el empinado camino de piedra. No dice nada.
Beatriz Fiotto
Excelente Beatriz, cuántas historias de los inmigrantes, cuantos duelos de afectos dejados atràs, cuanto de eso vuelve en las nuevas generaciones.
ResponderEliminarGracias!
EliminarHermosa y muy emotiva historia, Bea, tan bien escrita, con ese triste y silencioso final que anuda la garganta.
ResponderEliminarGracias Laura... está la historia detrás de la historia.
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